Naciste envuelta en amor, Alana, y en tan solo ocho meses llenaste de ternura cada rincón de esta familia. Tu risa, tus miradas, tu presencia diminuta pero inmensa nos recordaron que el amor no se mide en tiempo, sino en profundidad.
Hoy te imaginamos jugando entre las nubes, en brazos de los ángeles, mecida por la brisa suave que roza los jardines. Aunque tus manitas ya no se sientan aquí, tu luz sigue guiando a quienes te aman.
Eres y serás siempre parte de nosotros, una chispa que brilla en cada amanecer, en cada flor que se abre, en cada sonrisa que nace del recuerdo.